(...) Es un horror volver a casa y encontrarse con una serie de reproches, lo peor de todo es que la gran mayoría (no todos) son reproches con mucha razón. Así que escuché la larga fila de inconvenientes, peros y porqués de mi comportamiento, mis decisiones, etcétera.
Escuché bien callada todo lo que mi queridísima madre tenía para decir, no le dije nada, asentí cuando tenía razón y quede mirando al piso cuando no. Si algo aprendí en estos años es a no contradecir lo que dice mi vieja, por varios motivos, pero el principal es que no hay posibilidad de acuerdo o puntos de inflexión, jamás da el brazo a torcer, es envidiable su terquedad. Cuando no tiene argumentos es simplemente porque lo dice ella, y fin de la discusión. Al ser madre, creo que merece ese respeto de hacer ley su palabra, prefiero no contradecirla. En fin, mañana será otro día. (...)
(Fragmento de algo que está en construcción, aún sin titulo)
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